viernes, 3 de febrero de 2012

El Exilio Italiano, Parte II: Los Últimos Paleólogos

Nota: El siguiente artículo también va dedicado a Guilhem W. Martín, y también al gran Antonio Moreno Ruiz, cuyo poema "Soldado bizantino" dejó una gran impresión entre nosotros.


"El sábado pásado, que era el sétimo del presente mes, vino el déspota de la Morea. Ciertamente es un hombre apuesto con una fina y seria apariencia y un noble y señorial porte. Debe tener alrededor de cincuenta y seis años. Vestía un caftan de negro camelote con un sombrero de algo parecido a cuero blanco forrado en negro, aterciopelado raso con una banda a su alrededor. Entendí que tenía setenta caballos y muchos a pie, siendo todos los caballos prestados, salvo tres que le pertenecían."


- Descripción de Tomás Paleólogo, por el embajador de Mantua en Roma, 7 de marzo del 1461.


La llegada de Tomás Paleólogo a Roma, huyendo del sultán Mehmed II tras la caída de la Morea en el 1460, fue vista como la llegada del legítimo heredero de Bizancio. Su hermano Demetrio Paleólogo, el co-déspota de la Morea con Tomás, quien gobernaba desde Mistra, se rindió sin condiciones al soberano otomano, entregando a su hija Helena y a su mujer Teodora Asenina al harén del sultán, a cambio de ser respetada su vida y sus propiedades.


Tomás, sin embargo, de tendencias pro-Latinas y con la esperanza de lograr con ayuda del Papa una cruzada que librara la Morea de los Turcos, a quienes su general Constantino Paleólogo Gretzas de Salménico había derrotado en la mencionada fortaleza en el 1460/1, fue llevando consigo a Corfú por Porto Longo a su familia y las reliquias de San Andrés, patrón de la Iglesia Ortodoxa, las cuales se hallaban en la urbe de Patras, su capital en la Morea.


Con Tomás fueron sus hijos Andrés, Manuel, y Zoe, y también su esposa Catalina Asenina Zaccaría, hija de Centurione Asén Zaccaría II, último príncipe latino de Acaya por voluntad de Ladislao d'Anjou-Durazzo, rey de Nápoles. La hija mayor de Tomás y Catalina, Helena, estaba casada desde el 1446 con Lázaro Brankovic, déspota de Serbia, por voluntad de su tío y entonces emperador Juan VIII Paleólogo (1425-1448).


Catalina fallecería, sin embargo, en Corfú de peste, según Sfranzés, y allí permanecerían los hijos de Tomás mientras éste marchaba a Roma a encontrarse con el romano pontífice Pío II, quien le recibió con los brazos abiertos y le otorgó una residencia en el Hospital del Santo Espíritu en Sassia, concediéndole además una pensión mensual.


La figura de Tomás ha sido vista por muchos como la de un príncipe decadente, cuya enemistad con su hermano arruinó cualquier posible resistencia que pudiera darse en la Morea contra el empuje otomano. Sin embargo, Tomás Paleólogo distaba de ser así. Era un hombre consciente de su rol como último miembro digno de su familia. El prefirió el exilio y una suerte de existencia errante a entregar a su mujer e hijos al harén del pérfido Sultán. Asimismo, incitó a quienes huyeron junto a él de ayudar a sus compatriotas en el exilio, siendo el mayor exponente de aquello el Cardenal Besarión.


Tomás falleció en el año 1465, sin haber podido concretar sus deseos de asegurar una expedición que liberara la Morea y Constantinopla de los Turcos Otomanos. En vida el Sultán Mehmed II le ofreció el oro y el moro para que acudiera a su presencia y así prometía perdonarle y otorgarle un lugar de honor en su corte, cosa que el déspota y porfirogénito se rehusó a hacer, conociendo la típica crueldad de Mehmed para quienes quedaban de la flor y nata del antiguo imperio de Bizancio, como fue el caso del Gran Duque Lucas Notaras, ejecutado en el 1453 y cuyo hijo menor fue enviado al harén del Sultán, y logró huir de aquel antro de humillación en el 1461, reuniéndose con su hermana Ana en Venecia.




Podemos atribuir la falta de éxito de Tomás a las Repúblicas y Estados de Occidente, que fueron indiferentes a sus súplicas como lo fueron con su hermano Constantino XI en el 1453. En Ragusa, la república, habiendo logrado la paz con el Sultán, ordenó a todos sus barcos nunca aceptar a ningún embajador de Tomás ni al mismísimo déspota, alegando que resultaría problemático. Asimismo, Venecia se rehusó a darle todo su apoyo, llegando a aludir que podría convertirse en un símbolo de "nacionalismo" para todos los griegos, incluso aquellos que vivían bajo la égida de la República de San Marcos.


El hijo y sucesor de Tomás fue Andrés, a quien todo el mundo reconoció como el legítimo Imperator Constantinopolitanum de jure y Despota della Morea, título que usó con mayor frecuencia. Su vida ha sido siempre vista como la del monarca desdichado, pero también como la de un príncipe indigno a la prosapia de legendarias figuras a la perteneció. Como Jonathan Harris señala en su magnífico libro Greek Emigrés in the West, y en su artículo "A Worthless Prince? Andreas Palaeologus in Rome, 1465-1502, es una acusación falsa y que dista de la realidad en muchos aspectos.


A los 12 años llegó Andrés Paleólogo a Roma, en el año 1465, justo después de la muerte de su padre en dicha urbe. Fue criado por el cardenal Besarión, quien hasta sús últimos días trató de conseguir la restitución del Imperio o al menos parte de éste, cosa que no logró y que le valió el maltrato del pedante rey francés Luis XI, quien según cuenta la leyenda tiró ofensivamente de las barbas del venerable cardenal griego. En el 1472, Besarión fallecía en Ravena.


En el 1472, Zoe, hermana de Andrés, fue desposada con el príncipe de Moscú Iván III, en un intento del Papa Pablo II de convertir al Catolicismo al núcleo de la futura Rusia. Zoe, sin embargo, no sirvió a los planes del Pontífice, y adoptó el Cristianismo Ortodoxo de su marido, cambiando su nombre a Sofía e instaurando el ceremonial bizantino en la corte rusa. Fue entonces cuando Moscú adquirió el apelativo de "Tercera Roma."


En el 1476, Manuel, hijo menor de Tomás, se marchó de Roma para nunca más volver. Hastiado de la mísera existencia que llevaba como mantenido del Papa, marchó hacia un lugar inesperado: La Sublime Puerta, al Imperio Otomano. Mehmed II le perdonó la vida y le dio rangos y honores, recibiendo a cambio los derechos de Manuel sobre Bizancio. Convertido en oficial de la marina otomana, Manuel tuvo hijos al parecer con una esclava suya, llamados Juan y Andrés. Falleció cómodamente en su residencia constantinopolitana en el 1512.


Andrés, el legítimo Basileus Romaion y heredero del Imperio Bizantino, vivió una mísera existencia en Roma desde el 1481, cuando se le encuentra en apuros financieros de gravedad. En los años 1488-89, de la pensión prometida de 150 ducados mensuales, Andrés recibió menores cantidades, y para el 1492, con la ascensión de Rodrigo Borgia al solio papal como Alejandro VI, se redujo a 50 ducados mensuales. Además, en muchos meses la pensión no era pagada en su totalidad.



También encontramos al joven Paleólogo haciendo las de mercante, con barcos a su disposición que serían en cierta ocasión retenidos por un monarca aragonés, aunque posteriormente liberados. Recibió beneficios, breves, sin embargo, de dicha actividad. Se le atribuye también una conducta extravagante al heredero de Tomás Paleólogo.


El año 1481 fue quizá el último que dio atisbo de esperanza al pobre Andrés. El Papa Sixto IV le concedió 2000 ducados para que iniciase una expedición a Grecia. En el 1481 Mehmed II pereció tras su revés en la isla de Rodas contra los caballeros de San Juan, y en ese mismo año los ejércitos de Ferrante de Aragón, rey de Nápoles, desbarataron la ocupación turca de Otranto. Era pues, el momento perfecto para darle un golpe a los Otomanos.


Sin embargo, las potencias cristianas se mostraron reacias a unirse en dar un golpe decisivo a los infieles, y finalmente la planeada expedición quedó en agua de borrajas. Los sueños de Andrés murieron en el 1481, y en el 1494, tristemente empobrecido, vendió sus derechos a los tronos de Constantinopla, Serbia y Trebizonda, al rey Carlos VIII de Francia. Sin embargo, para el 1502, antes de su fallecimiento, legó sus derechos a las ya citadas coronas a los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla. Para sus exequias, su viuda, una mujer a quien los cronistas atribuyen un pésimo carácter, tuvo que pedir ayuda económica al Papado para poder darle cristiana sepultura.


De los hijos de Andrés, poco o nada sabemos, salvo que una María se casó con un noble ruso, y que un posible Constantino Paleólogo, también hijo suyo, sirvió en la Guardia Papal. Además, se menciona a un Fernando Paleólogo, del cual no se tienen mayores noticias.

Con Andrés Paleólogo desapareció el último miembro del linaje y estirpe de los Paleólogos, emperadores de Bizancio desde el 1259 hasta el 1453, y de jure hasta el 1502, año en que el vástago del déspota Tomás, exhaló su último suspiro en la Ciudad Eterna...


1 comentario:

Martín Rodríguez Pontes dijo...

"Con Andrés Paleólogo desapareció el último miembro del linaje y estirpe de los Paleólogos, emperadores de Bizancio desde el 1259 hasta el 1453, y de jure hasta el 1502, año en que el vástago del déspota Tomás, exhaló su último suspiro en la Ciudad Eterna..."

Debe de tenerse presente de que el primer Gran Príncipe de Moscovia en ser coronado Zar de Todas las Rusias, es decir, Iván el Terrible, era el nieto de Sofía Paleóloga. Aunque jamás lo hizo ni le interesó (con Rusia tenía ya bastante) con todo derecho podía reclamar el trono bizantino. A pesar de sus crueldades, tal vez peores que las de Mehmet II, fue tal vez el último gran representante del linaje de los Paleólogo en ocupar un trono imperial. Más aún cuando Rusia era la única potencia ortodoxa que permaneció en pie desde 1453, y que desde el siglo XVII devino en real pesadilla para los otomanos.