El Reinado de Andrónico III “El Joven”, fue el último intento de un emperador, por devolver al Imperio, la prosperidad perdida. Asistido por inteligentes y capaces ministros, como el influyente Juan Cantacuzeno y el astuto Alejo Apocauco, el Basileo se batió contra turcos, serbios y búlgaros, en un intento por recobrar tierras perdidas, y además fue el artífice del renacimiento de la marina de guerra bizantina, muerta desde los tiempos de su antecesor y abuelo, el incompetente Andrónico II.
La Sucesión al Trono
Andrónico III nació el 25 de Marzo de 1297, en Constantinopla. Era hijo de Miguel IX Paleólogo y de Rita de Armenia. Sus abuelos paternos eran el Basileo Andrónico II “El Viejo” y su primera mujer, Ana de Hungría, en cuanto sus abuelos maternos eran el Rey armenio de Cilicia León III, de la Dinastía de los Hethoúmidas, y Kyranna de Lamprón (conocida como la Reina Keran). Era el hijo mayor de sus padres, y tuvo 3 hermanos: Manuel, el cual murió asesinado accidentalmente por partidarios de Andrónico; Ana Paleologina, esposa de Tomás Comneno Ducas, déspota y arconte de Epiro, y luego del sobrino de éste, Nicolás Orsini, conde palatino de Cefalonia; Teodora Paleologina, mujer de Teodoro Svetoslav, Zar de Bulgaria, y luego del sucesor de éste, Miguel Asen III. De esta forma, la familia imperial de los Paleólogos estaba relacionada con los principales reinos de la península Balcánica (Serbia, Bulgaria, Epiro, etc.). Sin embargo, el Estado de los Césares pasaba por un declive total; la “Venganza Catalana” había dejado las provincias de Tracia y Macedonia en la más absoluta miseria.
Los turcos amenazaban las últimas posesiones bizantinas en Asia, como Nicea, Nicomedia y Filadelfia (Pérgamo cayó definitivamente en el año 1345), entre otras ciudades. Después de la muerte de su hermano y de su padre, su abuelo, Andrónico “El Viejo”, lo desheredó, pues lo consideró instigador del asesinato de su hermano Manuel, y por ende, de su padre, Miguel IX, el cual había muerto a causa de la pena que provocó aquella tragedia familiar. Entonces, con ayuda de su mejor amigo, Juan Cantacuzeno, de Teodoro Synadenos, amigo de su padre, y de Syrgiannes Paleólogo, gobernador imperial de Tracia, se rebeló contra el incompetente régimen de su abuelo.
La mayoría de nobles jóvenes apoyó la revuelta de Andrónico, hastiados de un gobierno tan largo y poco efectivo como el de Andrónico II. Comenzó entonces una guerra civil en el Imperio, cuya primera fase finalizó cuando Andrónico II reconoció a su nieto como co-emperador desde Adrianópolis en el año 1321. Sin embargo, el joven Andrónico, se sentía capaz de poder gobernar todo el Imperio y, decidió que era momento de derrocar a su abuelo, y convertirse en dueño y señor absoluto del Imperio Romano.
Emperador de Bizancio (1328-1341)
Tras deponer a su abuelo, Andrónico se convirtió en amo absoluto del Imperio, y a continuación, se aseguro de remover de sus cargos a los cortesanos fieles a la memoria de Andrónico II, el cual tomó los hábitos bajo el nombre de Antonio, y falleció en 13 de Febrero de 1332. El primer perjudicado fue el Gran Logoteta Teodoro Metoquites, el cual fue privado de su fortuna y exiliado a Demótica, en el año 1328, para finalmente ser perdonado y retornar a Constantinopla en el año 1330, esta vez, Metoquites tomó los hábitos bajo el nombre de Teolepto, y dedicó sus últimos años de vida a restaurar el Convento e Iglesia de San Salvador en Chora, donde fallecería el 13 de Marzo de 1332. Otro perjudicado fue el intelectual Nicéforo Gregoras, el cual también fue exiliado a inicio del gobierno de Andrónico, y atacado verbalmente por el influyente monje Baarlam “El Calabrés”.
Ya habiéndose desecho del antiguo círculo de cortesanos de su abuelo, Andrónico III inició su reinado, con el apoyo de Cantacuzeno, el cual fue nombrado “Gran Doméstico” del Imperio, y, en efecto, la personalidad más importante del Imperio, después del emperador. En una ocasión, Andrónico ofreció a Cantacuzeno el rango de co-emperador, más este lo rechazo, alegando que el Imperio no necesitaba otro emperador, pues ya tenía uno.
Las esposas de Andrónico III “El Joven”
Antes de ser emperador, Andrónico tuvo su primera esposa, la princesa Adelaida de Brunswick-Grubenhagen, hija del duque Enrique I “El Maravilloso”, duque de Brunswick-Lüneburg. La boda entre Andrónico y Adelaida se celebró en Marzo de 1318, y la joven princesa germana aceptó la Fe Ortodoxa bajo el nombre de Irene. Ambos tuvieron un hijo, nacido en Junio de 1320, y el cual falleció en Febrero de 1322; el nombre del bebé es desconocido. Adelaida-Irene falleció el 17 de Agosto de 1324, en la ciudad de Redesto o Rodosto, durante la guerra civil entre su marido y el abuelo de éste por el trono de Bizancio.
En el año 1326, casi 2 años después de la muerte de Adelaida-Irene, el joven Basileo volvió a contraer matrimonio, esta vez, con Giovanna (o Juana), hija del Conde Italiano Amadeo V de Saboya, la cual, al aceptar la Fe ortodoxa, cambió su nombre por Ana. Con Ana, el Basileo tuvo 4 hijos: Juan Paleólogo (futuro Juan V), Miguel Paleólogo (Déspota), Irene, que contrajo matrimonio con Miguel Asen IV, Zar de Bulgaria, e María, que contrajo matrimonio con Francisco I Gattilusio, señor de Lesbos. Ana ejerció un rol importantísimo como emperatriz regente a la muerte de Andrónico en 1341, y fue, junto con el Megaduque Alejo Apocauco y el Patriarca Juan XIV Calecas, que formó una alianza en contra del ambicioso Juan Cantacuzeno, que deseaba la regencia para sí.
El Imperio en Asia y los Balcanes: el Conflicto con Bulgaria
La situación del Imperio en Asia Menor se volvía cada vez peor. Los otomanos habían tomado la Gran Fortaleza de Tricocca, la cual guardaba el camino a la Gran ciudad y antigua capital de Nicea, la más populosa y rica urbe que le quedaba al Imperio en Asia. También estaban Nicomedia, Heraclea del Ponto, Filadelfia, entre otras ciudades, aldeas (como Lopadio) y fortalezas que guardaban los últimos territorios del Imperio en Asia. Mientras los otomanos, liderados por el valiente Orján, sucesor de Otmán, se dedicaban a colonizar los campos y territorios conquistados a los griegos, y para colmo de males, seguían llegando más y más turcomanos que huían de sus tierras ante la opresión mongola.
Con estos refuerzos, los otomanos contraatacaron y pusieron sitio a Nicea en el año 1328. En la frontera Balcánica, el Imperio entabló una alianza con los búlgaros de Miguel Asen III, contra los serbios de Esteban Decanski, pero, después de la desastrosa Batalla de Velbazhd, los búlgaros quedaron completamente debilitados. El sucesor de Miguel Asen III (muerto en Velbazhd, con el grueso de su ejército), su hijo Iván Esteban, fue un monarca incompetente, dominado por su tío, el cada vez mas poderoso Rey de Serbia, y su madre, la princesa serbia Ana Neda, la cual había sido repudiada por Miguel III, el cual había preferido casarse con la princesa Teodora Paleologina, hermana de Andrónico III.
La ambiciosa y vengativa Ana, convenció a su hijo, de exiliar del país a Teodora y a sus medios hermanos, los cuales llamaron en su ayuda a Andrónico. Ante la noticia de que su hermana y sobrinos, habían sido expulsados de la capital búlgara, Tarnovo, el Basileo montó en cólera, y ordenó la salida del ejército bizantino hacia la frontera búlgaro-bizantina, en Tracia. Allí, el ejército bizantino, compuesto por 3000 hombres bien curtidos y con excelentes pertrechos, avanzó contra las ciudades, fortalezas y aldeas de la Tracia Búlgara, en el año 1331.
Ante la invasión bizantina en sus dominios tracios, al joven Zar búlgaro se le heló lo sangre, y finalmente, los nobles búlgaros, hastiados de los desatinos de su señor, lo depusieron y lo exiliaron del país con su madre y hermanos. Los nobles proclamaron como nuevo Zar al primo de Iván Esteban, llamado Iván Alejandro, el cual sería el último Gran Zar de Bulgaria.
Las Batallas de Pelecano y Filocrene
Antes del conflicto con Bulgaria, el Basileo había iniciado una campaña contra los turcos otomanos, que amenazaban constantemente Frigia, y en especial, la Gran Ciudad de Nicea, que permanecía bloqueada por las fuerzas turcas desde el año 1328. Ante esto, el emperador decidió avanzar con 2000 soldados contra los turcos que mantenían bloqueada Nicea.
Junto al emperador estaba el Gran Doméstico Juan Cantacuzeno, quién comandaba a las tropas de refuerzo. En total, el ejército bizantino no pasaba de 3000 hombres, ya que 2000 de ellos venían de Constantinopla y otros soldados eran un complemento de soldados nativos tracios y levas reunidas en la provincia, que no superaban la cantidad antes citada. Manuel Tarcaniotes y Nicéforo Cantacuzeno, miembros de familias nobles y cuñados de Juan Cantacuzeno, estuvieron presentes en la batalla comandando, al parecer, algunos contingentes de peltastos y mercenarios del ejército bizantino.
Mientras el ejército del emir otomano Orján estaba compuesto por 8000 hombres, entre los que destacaban los bravos guerreros turcomanos, entre otras unidades de caballería ligera e infantería turca. Desde hacia tiempo los otomanos venían atacando a los bizantinos, conquistándoles ciudades de la talla de Éfeso, Esmirna, Tralles, Bursa (Prusa), entre otras ciudades y fortalezas de importancia. El 10-11 de Junio de 1329, los ejércitos bizantino y turco se encontraron el Pelecano (Pelekanon), cerca de Nicomedia.
La superioridad de los turcos y la calidad de sus tropas dejaban mucho que desear frente al pequeño ejército de campaña bizantino, el cual, al parecer, no contaba con unidades eficientes, y las levas reunidas se mostraron ineficaces ante la embestida turca. Los turcos derrotaron a los bizantinos en Pelecano, donde el desmoralizado ejército imperial se retiró a la costa asiática que estaba frente a Constantinopla.
Durante la batalla de Pelecano, Nicéforo Cantacuzeno encontró la muerte mientras se batía contra los turcos, y Manuel Tarcaniotes llegó a escapar del campo de batalla junto con el Basileo, el Gran Doméstico, y los sobrevivientes del desmoralizado ejército. Mas tarde, el ejército turco persiguió al debilitado ejército bizantino hasta Filocrene, también cerca de Nicomedia, donde los volvieron a derrotar y finalmente, el Gran Doméstico huyó con lo que quedaba de las tropas rumbo a Constantinopla, incluido Andrónico, el cual había resultado herido tras estos encuentros. Después de esta derrota, Nicea y Nicomedia quedaron condenadas a caer ante la vigorosa ofensiva otomana. Lamentablemente, los días de Nicea y Nicomedia como ciudades griegas llegaban a su fin, y con ellas, el fin de la dominación bizantina en Asia Menor Occidental.
La caída de Nicea y el Sitio de Nicomedia
Después de haber estado bloqueada por espacio de 3 años, Nicea, la más importante urbe de Bizancio en Asia Menor, capital del Imperio de los Láscaridas, y bastión del Imperio durante el yugo latino (1204-1261), cayó ante el empuje otomano, el 2 de Marzo de 1331. Con la caída de Nicea, los otomanos se hicieron dueños y señores de Bitinia, y continuaron la ofensiva, esta vez, contra la gran ciudad y puerto de Nicomedia, en Frigia, la cual fue bloqueada desde el año 1331, después de la caída de Nicea, y la cual recibió ayuda desesperada proveniente de Constantinopla, desde la cual, el emperador Andrónico y Cantacuzeno se esforzaban por contratar mercenarios latinos y fuerzas nativas para evitar la defensa de la ciudadela. También el Basileo, para hacer que el sitio de Nicomedia fuera prolongado, envió lo que quedaba de la otrora poderosa flota imperial, a transportar víveres para los pobladores de la ciudad, junto con contingentes de defensores entre otras necesidades. Finalmente, Nicomedia capituló en el año 1337, después de llevar 6 años bloqueada por los turcos.
La caída de Nicomedia fue un golpe durísimo para el Imperio, pues se perdió definitivamente el último Gran Bastión bizantino en Frigia. Nicea y Nicomedia tuvieron un rol importante en la historia del Imperio, sobre todo por su cercanía a la Capital Imperial. Durante los siglos X-XIII, ambas ciudades desempeñaron un rol fundamental en la historia de Bizancio. Nicea, ciudad antes conocida como Antigoneia, una de las ciudades principales del antiguo Thema de Opsikion, fue el lugar de rebelión de generales rebeldes (como Isaac I Comneno) y sus murallas fueron guardadas por unidades de élite imperiales (Los Excubitores, Varengos, etc.). En el año 1097, la ciudad fue recuperada de manos selyúcidas por los bizantinos, con ayuda cruzada. Cuando los cruzados tomaron Constantinopla, en el año 1204, Nicea fue la capital del Imperio sucesor fundado por los Láscaridas, y en sus murallas hallaron refugio clérigos, soldados y nobles que huían de la barbarie latina. Capital de Bizancio durante un determinado periodo (1204-1261), la ciudad vivió un gran periodo de esplendor cultural, económico y militar, bajo el reinado de los emperadores de la casa Láscaris (Teodoro I, Juan III y Teodoro II). Sin embargo, tras la reconquista de Constantinopla por Miguel VIII Paleólogo en el año 1261, este último decidió trasladar la capital de la ascendiente Nicea a la arruinada Constantinopla.
Después de esta fatal decisión, los días de Nicea como ciudad bizantina estaban contados, sobre todo ante la decadencia militar del Imperio y la vigorosa contraofensiva otomana. En cuanto a Nicomedia, la ciudad fue un foco cultural y un importante bastión durante los años de existencia del Imperio. Dotada de un Palacio Imperial bellísimo, llamado Palacio de Diocleciano y considerada (antes de la fundación de Constantinopla) la capital asiática del Imperio Romano, la ciudad fue considerada una de las fortalezas mas importantes del Imperio Bizantino, y muchos intelectuales nacieron allí, entre ellos el culto e inteligente Miguel Psellos, Primer Ministro del Imperio durante el reinado de Miguel VII Ducas (1067-1078). Durante el periodo de la Dinastía Comneno, los Basileos Juan II (1118-1143) y Manuel I (1143-1180), dotaron a la ciudad de una guarnición de bravos guerreros serbios, vasallos del Imperio. Durante la toma de Constantinopla por los cruzados (1204), paso a formar parte de las posesiones asiáticas del Imperio Latino de Constantinopla, para finalmente ser tomada fácilmente por el Basileo niceno Juan III Ducas Vatatzés.
Los días de Nicomedia como ciudad griega llegaron a su fin, en el año 1337, cuando la ciudad capituló ante los otomanos después de casi 6 años de asedio. Ahora, con la pérdida de estas 2 valiosas ciudades, el Imperio solo quedó con algunas fortalezas y 2 ciudades importantes en Asia Menor, Filadelfia y Heraclea del Ponto, las cuales caerían en los años siguientes de vida, del decadente Imperio Romano de Oriente.
La Batalla de Rusokastro
Mientras se perdían las últimas posesiones bizantinas en Asia Menor, el conflicto con Bulgaria se ponía cada vez mas serio. El nuevo Zar Ivan Alejandro se había enfrentado a la nobleza búlgara que se amotinó en la ciudad de Vidin, y además tuvo que enfrentarse al ejército invasor bizantino, que contaba con 3000 hombres y venía tomando y saqueando aldeas, ciudades y fortalezas en la frontera búlgaro-bizantina. Entonces, el Zar búlgaro, armó un ejército de 8000 hombres, y un refuerzo de 3000 auxiliares de caballería mongola.
La batalla tuvo lugar la noche del 17 de Julio de 1332, donde el Zar búlgaro y su ejército atacaron el campamento de Andrónico III, que contaba con 3000 caballeros. La batalla fue ardua y los bizantinos se batieron con valor, sin embargo, la superioridad de los búlgaros hicieron retroceder al ejército bizantino, que se refugió en la fortaleza de Rusokastro (“castillo ruso, o de rusos” en griego). Durante 3 horas combatieron ambos ejércitos hasta la retirada de los bizantinos a dicha fortaleza, desde la cual Andrónico reconoció devolver las posesiones búlgaras en Tracia y entablar pactos de amistad con los búlgaros.
Sin embargo, los conflictos con Bulgaria seguirían, inclusive durante la 2da. Guerra Civil en Bizancio, donde Juan Cantacuzeno se enfrentaría a la regencia de Juan V Paleólogo, la cual era apoyada por los búlgaros de Iván Alejandro, el cual había recibido como recompensa las fortalezas fronterizas entre Bizancio y Bulgaria, entre ellas la importante ciudad de Filipópolis (actual Plovdiv, Bulgaria).
Esteban Dushan, el poderoso Rey de Serbia
Hijo de Esteban Decanski, rey de Serbia, y de Teodora de Bulgaria, Esteban Dushan heredó el trono tras ser su padre derrocado por los ambiciosos nobles serbios, y estrangulado brutalmente en el castillo de Zvecan. Los belicosos nobles serbios vieron en Dushan al rey que los llevaría a la guerra contra el decadente Imperio de Bizancio, y así fue. Como al parecer, Dushan acordó con los nobles, su reinado inició atacando la frontera bizantina en Macedonia, donde el ejército serbio entró sin encontrar resistencia alguna.
Con ayuda del antiguo gobernador bizantino de Tracia y Tesalónica, Syrgiannes Paleólogo, el cual se había rebelado contra la alta soberanía de Andrónico III, el rey serbio atacó las principales fortalezas bizantinas en Macedonia, como Vardar, Ocrida, Prilepo, Kostur, Voden entre otras ciudades y fortalezas. La embestida serbia fue tan potente que llegó hasta las puertas de Tesalónica (2da. Capital del Imperio) y Serrai (importante fortaleza bizantino-macedónica). Sin embargo, el Basileo, alertado de los movimientos de su enemigo y también al tanto de la traición de Syrgiannes, encargó al astuto Cantacuzeno la captura de Syrgiannes.
El Gran Doméstico ordenó a un senador llamado Sfranzés Paleólogo la eliminación de Syrgiannes (aunque la orden era capturarlo); después de que Syrgiannes hubiera ayudado a Dushan a tomar la importante fortaleza de Kastoria, Sfranzés encontró a Syrgiannes y lo asesinó el 23 de Agosto de 1334, en Galykos. Luego, Andrónico, aliviado del peligro que representaba Syrgiannes, volvió su mirada hacia Dushan y sus serbios, los cuales seguían atacando a las guarniciones bizantinas en las fortalezas macedonias.
Ante esto, la cancillería bizantina demostró lo mejor de sí, enviando contra los serbios a los húngaros de Carlos Roberto de Anjou, Rey angevino de Hungría y Croacia, el cual penetró con su ejército en el norte de Serbia; ante tamaña amenaza, Dushan se vio obligado a firmar la paz con el emperador bizantino el 26 de Agosto de 1334, donde el rey serbio devolvía las ciudades y castillos macedonios arrebatados a los bizantinos por su ejército.
Ya en Serbia, Dushan hizo los preparativos para expulsar a los húngaros y croatas del Rey Carlos Roberto. La contraofensiva lanzada por Dushan fue exitosa, y los serbios arrebataron a los húngaros la rica región de Machva, la cual fue disputada largo tiempo entre serbios y húngaros, hasta que los últimos reconocieron perdido dicho territorio. En los años siguientes, sobre todo en el periodo de la Guerra Civil entre Juan V y Cantacuzeno, Esteban Dushan tendría un papel importantísimo en el conflicto, y bajo su égida, Serbia llegaría a ser el más poderoso de los Reinos Balcánicos.
La Reconstrucción de la Marina Imperial de Bizancio
A continuación uno de los logros mas importantes durante el reinado de Andrónico el Joven. Durante el ataque a Constantinopla por los cruzados, en el año 1204, la flota bizantina dejaba mucho que desear frente a las potentes galeras venecianas. En el periodo del llamado “Imperio de Nicea”, Teodoro Láscaris armó una flota que estaba formada por 2 docenas de buques de guerra, y durante el ataque de Juan Vatatzés a Constantinopla, esta escuadra bizantina fue destruida por la veneciana. Cuando Miguel VIII Paleólogo recuperó Constantinopla para los griegos, consideró necesario contar con una potente flota para reconquistar los territorios perdidos, y dilapidó el erario del recién restaurado imperio, en sus campañas de reconquista.
A expensas de la Tesorería Imperial, Miguel armó la última Gran Flota Imperial Bizantina, formada por 80 buques de guerra y reforzada por escuadras aliadas genovesas. Con esta flota, el Basileo atacó la isla de Eubea, la cual era gobernada por barones latinos, y la cual fue sometida por la apabullante armada bizantina. Contando con megaduques (almirantes) expertos como Alejo Filantrófeno y el veronés Licario, la flota bizantina recobró muchos puertos para el Imperio, especialmente en Grecia, donde los venecianos se habían adueñado de los principales puertos e islas del país. Sin embargo, a la muerte de Miguel, la situación cambió radicalmente, pues su heredero, Andrónico II, desmanteló la flota imperial, alegando que resultaba muy costoso mantenerla y el erario no era suficiente.
Sin flota, el incapaz Basileo contrató 50-60 buques genoveses, los cuales se mostraron poco efectivos; cuando Andrónico quiso volver a armar la flota imperial, con un núcleo de 20 buques, esto le fue imposible, ya que la Tesorería Imperial estaba destinada para otros fines, y, en efecto, no alcanzaba para restaurar la marina bizantina. Ante esto, muchos marinos griegos que servían en la flota, decidieron ofrecer sus servicios a los emires turcomanos que habían alcanzado las costas asiáticas del Mar Egeo, y de esta forma se iniciaría la marina de guerra turca.
Cuando el incompetente Andrónico II fue derrocado por su nieto, Andrónico III, el nuevo Basileo decidió reconstruir la Marina de Guerra Imperial Bizantina, a sabiendas que esto requeriría un fuerte gasto económico para el declinante erario bizantino”. La decisión de Andrónico III de reconstruir la flota fue muy acertada, ya que el Imperio no podía seguir contando con una flota mercenaria que a la larga se mostraba incapaz de defender al imperio en el frente marítimo.
Un papel importante en la reconstrucción de la flota lo tuvo el influyente Cantacuzeno, el cual apoyó al Basileo en esta maniobra, y la flota de guerra bizantina fue rearmada, contando con 10 buques de guerra en el año 1332, y posiblemente 20 para los años posteriores del reinado de Andrónico. Esta flota fue usada por el Basileo para recuperar las islas de Lesbos y Quíos, y el importante puerto de Focea, de manos genovesas.
Focea había estado bajo el dominio de Benedetto Zaccaría, embajador genovés en Bizancio, el cual había contado con el beneplácito del Basileo Miguel VIII para explotar los recursos que se encontraban en las afueras de la ciudad (al parecer minas ricas en plomo). Lesbos, Quíos y Focea fueron recuperados por el anciano general Alejo Filantrófenos Tarcaniotes (que había sido cegado por Andrónico II en 1295) de manos de Zaccaría, al cual se le dio el rango de gobernador vitalicio de la isla; sin embargo, la recuperación de estas posesiones no significó mucho frente al arrollador avance turco en Asia Menor.
A la muerte de Andrónico, la flota bizantina se mantuvo activa durante el periodo de la Guerra Civil y ascensión de Cantacuzeno al trono, sin embargo, a fines del reinado de Juan V, la flota bizantina ocupó un mero papel testimonial en el decadente Estado.
Andrónico III y el Papado
Ante el agobiante empuje turco en Asia Menor, el Basileo decidió llamar en su ayuda al Papado Romano. El encargado de llevar a cabo esta misión secreta fue el monje ítalo-griego Baarlam, el cual se entabló conversaciones secretas con el papado entre los años 1331-1334. En calidad de Higúmeno (abad) del monasterio del Salvador, en Constantinopla, Baarlam tuvo influencia en la política y religión bizantina, y fue detractor de la Unión entre las Iglesias Ortodoxa y Católica. Baarlam se entrevistó con los legados del Papa Juan XXII, para discutir el tema de la Unión; como todo anti-unionista, Baarlam se negó a reconocer la soberanía del Papa frente a la del Patriarca y la doctrina del Filioque.
En el año 1339, Baarlam se dirigió hacia la ciudad de Avignon, sede del exiliado Papa Benedicto XII, al cual trató de convencer de convocar una cruzada contra los turcos, usando como pretexto la Unión de las Iglesias, sin embargo, las negociaciones no dieron frutos y Baarlam regresó a Constantinopla sin ningún logro. Cuando el Papa de Avignon, Benedicto XII alegó que la Unión debía ser previa a la ayuda militar occidental, Baarlam respondió lo siguiente: “No es tanto la diferencia en el dogma lo que aleja los corazones de los griegos de vosotros. Es que el odio contra los latinos ha penetrado su alma, por los muchos daños que ellos les han hecho sufrir en distintas épocas y aún hoy cada día, Mientras no se extirpe este odio no podrá haber unión. La verdad es que mientras ellos no sientan que representáis para ellos un beneficio, ni esa aversión será superada ni habrá nadie que diga una palabra en favor de la unión... Es importante saber que no fue el pueblo de Grecia el que me mandó en busca de vuestro apoyo y de la unidad, sino el Emperador por su propia cuenta y en secreto. Mientras no haya apoyo de parte vuestra, él no podrá hacerle saber a su pueblo que quiere la unión con vosotros”.
Con estas palabras, Baarlam dejó en claro al Romano Pontífice que el pueblo griego seguía odiando a los latinos por los crímenes cometidos durante la 4ta. Cruzada, y que esas heridas no sanarían hasta que los latinos brindaran algún beneficio al resentido pueblo griego ortodoxo. La Influencia de Juan Cantacuzeno: Juan Cantacuzeno como Emperador (1347-1354) La notable influencia que ejerció Juan Cantacuzeno sobre el emperador disgustó a muchos miembros de la familia imperial, entre ellos a la madre de Andrónico, la emperatriz Xenia-María (Rita-María de Armenia), a la mujer de Andrónico, Ana de Saboya, y algunos cortesanos y nobles. En efecto, mientras el emperador salía de caza o se divertía en lujosas celadas, era Cantacuzeno quien quedaba a cargo del estado y lo controlaba a través del emperador. Su elevación al rango de Gran Doméstico le daba el poder que necesitaba para ejercer su autoridad sobre el Imperio, e incluso muchos sectores del ejército le obedecían ya que el mismo los pagaba de su propio bolsillo; Cantacuzeno había acompañado a Andrónico III a todas sus campañas, y había estado presente en Batallas como Pelecano y Filocrene, siempre al lado del emperador. Usando la inteligencia y la astucia, Cantacuzeno había librado a Andrónico de verdaderos quebraderos de cabeza, como Syrgiannes, e incluso había sido el principal autor junto con el Basileo de la reforma del Sistema Judicial del Imperio, elaborando la “Justicia Universal de los Romanos”.
También había apoyado al Basileo en la reconstrucción de la marina de guerra, y las campañas contra Focea, Quíos y Lesbos; junto a Andrónico, Cantacuzeno había batido a turcos, búlgaros y serbios en distintos campos de batalla; sin lugar a dudas, Juan Cantacuzeno fue el colaborador más eficiente y leal de Andrónico III, el cual le tenía un gran estima pues habían sido amigos desde jóvenes y lo había apoyado en la revuelta contra su incapaz abuelo, Andrónico II. Los años posteriores de Guerra Civil y Anarquía fueron producto de la ambición, la corrupción y la traición que tuvieron lugar a la muerte de Andrónico. La traición perpetrada por Ana de Saboya y su concilio de Regencia contra Cantacuzeno provocaron la agotadora lucha que acabaría arruinando al Estado Bizantino para siempre. Mal momento escogieron los bizantinos, para iniciar la mas agotadora de sus Guerras Civiles.
La Conquista del Epiro y La influencia Bizantina en Trebizonda
En el año 1318, el déspota de Epiro Tomás Comneno Ducas fue asesinado por su primo, Nicolás Orsini, el cual ya era Conde Palatino de Cefalonia. Nicolás, se casó con la viuda de su víctima, Ana Paleologina, la cual era hermana de Andrónico III. Nicolás también fue asesinado, en el año 1323, por su hermano Juan Orsini, casado con otra Ana Paleologina, hija del general Andrónico Paleólogo, y nieta de Demetrio-Miguel Ducas Koutroules, hijo del antiguo déspota epirota Miguel II. Si bien Juan Orsini había abrazado la fe ortodoxa e incluso el Basileo Andrónico II le concedió el título de Déspota, la situación en el Epiro no mejoró, puesto que Juan fue envenenado por su mujer, la cual se convirtió en regente del hijo de ambos, Nicéforo Orsini (también llamado Nicéforo Ducas).
Al tanto de cómo iban las cosas en el convulsionado Estado epirota, Andrónico III decidió invadirlo, en el año 1337, con ayuda de su aliado, el emir turcomano de Aydin (Tralles) y Esmirna, Umur, el cual aportó 2000 hombres para la campaña contra el Epiro. Al comienzo Andrónico se dedicó a someter a las tribus albanesas que rechazaban su soberanía sobre la región, y luego, con ayuda de los refuerzos turcos, se dirigió hacia el Epiro. En el Despotado de Epiro, la regente Ana Paleologina trató de entablar negociaciones con Andrónico, pero éste desecho todas las propuestas de Ana y alegó que su deseo era que el Epiro se sometiera a su autoridad, y Ana, sabiendo que no podía contra el poderío militar del Basileo, aceptó las condiciones y capituló ante las tropas imperiales.
Una de las condiciones del Basileo fue también, comprometer al joven heredero Nicéforo con María, hija de Juan Cantacuzeno; sin embargo, al momento de formalizar el compromiso, todos se dieron cuenta que Nicéforo había huido del Despotado rumbo a Italia, con ayuda de nobles rebeldes epirotas, los cuales enviaron al joven heredero a Tarento, a la corte de la emperatriz titular de Constantinopla, Catalina II de Valois-Courtenay, viuda del príncipe Felipe de Tarento. En el año 1339, Nicéforo organizaría una revuelta, con la ayuda de Catalina II, para liberar Epiro del yugo bizantino. Usando como base la fortaleza de Tomokastron, con un ejército y una flota angevina, Nicéforo Orsini se propuso reconquistar su herencia paterna. Sin embargo, el retorno del ejército bizantino ese mismo año arruinó sus sueños de ser Déspota, y finalmente, Nicéforo se rindió en Tomokastron ante Andrónico III y Juan Cantacuzeno, desposó a María Cantacuzena, y se le concedió el título de Panhypersebastos, siendo perdonado por el Basileo. El Epiro volvía a formar parte del Imperio Bizantino, junto con Tesalia.
En Trebizonda la situación fue diferente. El emperador de Trebizonda, Basilio Comneno, que había depuesto y encerrado en un convento a su sobrino, Manuel II Comneno, desposó en el año 1335 a Irene, hija bastarda de Andrónico III. Sin embargo, Basilio se divorció de Irene con ayuda del clero local y desposó a una dama trapezuntina, también llamada Irene, la cual le dio 4 hijos. Por este acto, el Basileo trapezuntino se ganó el desprecio y las críticas del Patriarca constantinopolitano Juan Calecas el cual lo acusó de bigamia y de violar los sagrados cánones.
El emperador Basilio murió el 6 de Abril del año 1340, envenenado por su legítima mujer, Irene Paleologina, la cual rápidamente ocupó el trono de Trebizonda. Irene fue la segunda mujer que ocupó el trono de Trebizonda (Teodora Comnena fue la primera), y sin pertenecer a la legítima Dinastía Comneno. Para asegurar su posición, la Basilisa envió a la 2da. Mujer del fallecido Basilio y a los hijos que éste había tenido con ella a Constantinopla, bajo la custodia de su padre, el Basileo Andrónico.
La posición de Irene, sin embargo, pendía de un hilo, ya que con su ascensión al trono, tuvo lugar la primera guerra civil trapezuntina, la cual desangró al país y lo dejo prácticamente desprotegido frente a los algareros turcomanos que pillaban las comarcas y aldeas del Imperio. Irene, apoyada por mercenarios bizantinos enviados por Andrónico III y el Gran Duque Juan "El Eunuco" de Limmia, suprimió revueltas que tuvieron lugar en la capital, y durante una de estas revueltas fue destruido el bello monasterio de San Eugenio, patrón de los trapezuntinos, donde habían buscado refugio los nobles rebeldes, a fines de Julio de 1340.
También los turcomanos sitiaron Trebizonda, donde el primer asalto fue repelido por el ejército trapezuntino, mas el segundo asalto no se pudo detener, ya que el ejército de Irene estaba desmoralizado y algunos mercenarios bizantinos apenas se mantuvieron en pie. Los turcomanos incendiaron parte de la ciudad, sin poder tomarla, debido a una repentina epidemia descrita por el cronista Miguel Panaretos. Finalmente, el 17 de Julio de 1341, Irene fue depuesta por Ana Anakoutlou Comnena, hermana del fallecido Basilio, la cual, con ayuda de soldados greco-lazis, fue proclamada emperatriz de Trebizonda en Lazica. Mas adelante, la influencia de Bizancio en Trebizonda sería aun más fuerte, tras las alianzas matrimoniales entre los posteriores Basileos de ambos imperios.
La Muerte de Andrónico (1341) y el Inicio de La Guerra Civil (1341-1347)
El 15 de Junio del año 1341, el Basileo Andrónico III “El Joven” Paleólogo (llamado por sus contemporáneos Andrónico Neos) falleció, a la edad de 44 años, dejando como heredero a su hijo, Juan V, de 9 años de edad. La regencia estuvo a cargo de la emperatriz viuda Ana de Saboya, junto con el Gran Doméstico Juan Cantacuzeno, el Megaduque Alejo Apocauco y el Patriarca de Constantinopla Juan XIV Calecas. Todo pudo haber ido bien de no haber predominado las ambiciones de la emperatriz regente y del intrigante Apocauco. Mientras Cantacuzeno combatía en Serbia, estos personajes lo declararon traidor y encerraron a todos los nobles partidarios de la Regencia de Cantacuzeno. Ante esto, Cantacuzeno fue proclamado emperador en Demótica por sus tropas, dando inicio a la agotadora Guerra Civil, que llevaría a la ruina al Imperio, y dejaría el camino libre, para la llegada de los Turcos Otomanos.
Galo Garcés Avalos.
Bibliografía Citada:
Autores Antiguos:
-Nicéforo Gregoras: Nicephori Gregorae Byzantina Historia, traducido por Emmanuel Bekker.
-Juan VI Cantacuzeno: Ioannis Cantacuzeni eximperatoris Historiarum libri IV, traducido por Ludovico Schopeni.
Autores Contemporáneos
- Mark C. Bartusis: The Late Byzantine Army (1204-1453). Pennsylvania, 1997.
-Tia M. Kolbaba: The Byzantine Lists, Errors of the Latins. Illinois, 2000.
-Donald M. Nicol: The Last Centuries of Byzantium (1261-1453). Cambridge, 1993.
-Steven Runciman: La Caída de Constantinopla. Madrid, 1973.
1 comentario:
Es un tema muy interesante, y poco tratado, la cultura bizantina por lo que he podido leer en el blog es apasionante y como cultura general apasionante.
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