Meses atrás, en la Comunidad de Facebook de la web
www.bizanciomaravillosa.com tuvo lugar un arduo debate sobre si la supuesta
"Coronación del Último Emperador de Bizancio," Constantino XI Paleólogo Dragases (1402-1453). Todo tipo de argumentos, desde los más fundamentados hasta los más sarcásticos, llenaron el muro de la Comunidad, en tanto que el tema resultaba bastante interesante en materia del Ceremonial Bizantino, siempre tan pomposo, incluso en sus años de decadencia. ¿Cómo podría el último soberano cristiano de Constantinopla no ser coronado? En el presente artículo me propongo presentarles una revisión de las fuentes, y asimismo un análisis de la situación para ese entonces.
Comenzaremos con los antecedentes históricos a dicha situación...
Las "Insignias del Imperio."
En los años 1341-1347 d. C., la Guerra Civil devastó los pocos territorios que le quedaban al Imperio Bizantino. Juan Cantacuzeno, antiguo
Gran Doméstico (Jefe del ejército, después del
Emperador), y a quien el agonizante Andrónico III Paleólogo había encomendado la protección de su viuda e hijos. Sin embargo, un antiguo protegido y amigo de Cantacuzeno, de baja extracción social pero amplias capacidades para el comercio, de nombre Alejo Apocaucos, había esparcido cizaña contra el noble Cantacuzeno en la mente de la agobiada emperatriz Ana de Saboya, la cual, apenas salido el
Gran Doméstico a combatir a los invasores serbios, con apoyo de Apocauco declaró traidor a Cantacuzeno y coronó a su pequeño hijo Juan como Juan V Paleólogo,
Basileus y Autocrátor de los Romanos (1341).
Sin embargo, tarde se dio cuenta la emperatriz y sus ministros el formidable enemigo que tenían en Cantacuzeno, el cual conseguía apoyo del poderoso rey serbio Esteban IV Dusan y muchos contingentes de turcos enviados por Umur, el emir de Aydin, gran amigo de Cantacuzeno.
En la primavera del 1343, la emperatriz Ana tomó una decisión que resultaría nefasta para el Imperio en su totalidad, como ya se había demostrado en años anteriores: Pedir un préstamo a Venecia. La Serenísima República Veneciana era famosa por sus préstamos, pero sobre todo por las grandes deudas que Bizancio tenía con ésta, como se lo hicieron recordar los embajadores venecianos al pequeño Juan V apenas murió su padre en junio del 1341. Ana de Saboya pidió 30.000 ducados venecianos como préstamo, cantidad con la que esperaba poder derrotar a Cantacuzeno por diversos medios.
Como prenda, la emperatriz les entregó las Insignias del Imperio, las joyas de la Corona Bizantina, o al menos parte de ellas. Ya en noviembre del 1341 su pequeño Juan había sido coronado y reconocido como Basileus, y por tanto las joyas no serían útiles. Su optimismo era realmente temerario, dadas las condiciones de pago que los venecianos impusieron, y el 5% de intereses al momento del pago de cada armada (10.000 ducados cada año!!!).
Quizá sería temerario señalar que probablemente la famosa Corona de Huevos, costeada por el emperador Juan III Ducas Vatatzés de Nicea para su mujer Irene Lascarina, a base de la creciente producción avícola de las granjas del emperador (recordemos que en Nicea, los emperadores en el exilio separaron el erario de sus gastos personales), estuviera entre los objetos empeñados en el 1343...
Además, en ese mismo año de 1343, en la primavera también, y mientras negociaba el préstamo con Venecia, envió Ana a uno de sus caballeros saboyanos a Avignon, para conseguir el apoyo del Pontífice allí asentado, quizá prometiendo en nombre de su pequeño hijo la conversión del mismo al Catolicismo Romano, como más tarde lo haría el desdichado Juan V...
Sin embargo, de nada sirvió dicho dinero (parte del cual fue a parar a manos de Alejo Apocauco, a la sazón el ciudadano más rico del Imperio para entonces). Llegado el momento del primer pago, este nunca se dió, con el país en la ruina y devastado por la guerra, con los turcos de Orján pillando Tracia y tomando ciudades, los de Saruhan (llamados por la misma Ana) atacando los poco territorios aún controlados por la desesperada emperatriz, que pronto vio a los partidarios del usurpador Cantacuzeno a las puertas de la Ciudad.
Y mientras, las Joyas del Imperio seguían en Venecia, en el tesoro de San Marcos...
La Coronación de Cantacuzeno: "Las Joyas de Vidrio Pintado."
Para cuando Juan Cantacuzeno entró en Constantinopla tras un acuerdo el 3 de febrero del 1347 con la familia imperial, encontró la capital del Imperio arruinada. En su poema De vidrio polícromo, el renombrado poeta Constantino Cavafis narra con la coronación de Juan Cantacuzeno, llevada a cabo en la Iglesia de Santa María de las Blaquernas (Santa Sofía estaba en estado deplorable). Nos narra lo siguiente:
"Un detalle me conmueve de la coronación,
en Blaferne [Blaquernas], de Juan Cantacuzeno e Irene,
hija de Andrónico Assán [Asén].
Como tenían pocas gemas
(nuestro estado pasaba por gran pobreza),
usaron piedras falsas,
una gran variedad de vidrio polícromo:
pedazos de cristal rojo, verde o azul.
Viéndolo bien, no hay nada indigno
ni humillante en ello; al contrario,
parecía una protesta triste
contra la maldad de los coronados.
Esos vidrios son el símbolo
de los que se debe poseer;
de lo que es apropiado portar en la coronación
de Juan Cantacuzeno e Irene,
hija de Andrónico Assán."
Claramente, el poeta no tenía afecto (al igual que muchos de sus compatriotas) por la figura de Juan Cantacuzeno, y de su ambiciosa mujer Irene Asenina, descendiente del rey búlgaro Iván Asen III, y de su mujer Irene Paleologina, hija de Miguel VIII Paleólogo (1259-1282), el primer Paleólogo reinante en el Imperio.
Así pues, y como el mismísimo Juan Cantacuzeno cuenta en sus memorias, tras casi 6 años de Guerra Civil:
"Ya no hay dinero en ninguna parte. Las reservas se han agotado, las joyas imperiales han sido vendidas, los impuestos no producen nada porque el país está en la ruina."
Cuando en el 1341 sus soldados lo elevaron sobre el pavés (gran escudo en el que se elevaba a un general cuando era proclamado emperador) Juan Cantacuzeno no había sido coronado, sino más bien había recibido homenaje por parte de sus soldados, como el capitán de los francos mercenarios, que le entregó su espada, y una proclamación a viva voz de su nuevo status imperial.
Cuando el 21 de mayo, en Adrianópolis, el patriarca Lázaro de Jerusalén lo coronó como "Emperador de los Romanos," Cantacuzeno había llevado, como cuenta Alexander Vasiliev en su famosa obra Historia del Imperio Bizantino, Vol. II, una corona de oro. Sin embargo, omite Vasiliev el detalle que dicha corona adornaba la efigie de un Arcángel en una iglesia adrianopolitana...que apenas terminada la ceremonia, fue devuelta a dicha escultura angelical...
Con las cosas en tan lamentable estado, es dable afirmar que la herencia que el heroico Constantino Paleólogo iba a portar al ser coronado, no eran más que joyas de vidrio pintado y, para ser más directos, una versión medieval de la bijouterie moderna.
Juan V Paleólogo en Venecia: Prisionero de las Joyas.
En el 1354 cayó Juan Cantacuzeno, tras un gobierno deplorable. Sus intentos de modernizar Bizancio cayeron en agua de borrajas, y su alianza con los turcos condenó al Imperio (y a gran parte de Europa) a una progresiva caída. Con ayuda del bucanero genovés Francesco Gattilusio, Juan V escapó de la isla de Tenedos (donde se hallaba confinado) y tomó Constantinopla por sorpresa. Cantacuzeno, un hombre ya mayor y derrotado, se retiró al monasterio de San Jorge de Mangana, pese a las protestas de su mujer Irene.
El llamado Manuscrito de Platón en la Biblioteca Medicea de Florencia relata lo siguiente respecto a la caída de Cantacuzeno:
"El sábado 22 de noviembre de la octava indicción, el emperador Juan Paleólogo entró en Constantinopla y destronó a su suegro el emperador Juan Cantacuzeno, quien, desde su propia entrada en la capital, había reinado por siete años, nueve meses, y veintidós días. Se hizo monje el 10 de diciembre."
Pese a su retirada de la vida política, Cantacuzeno siguió manteniendo autoridad, en tanto que el cronista de Trebizonda Miguel Panaretos ubica junto al emperador Juan V Paleólogo "a su suegro, el emperador-monje Juan-Joasaf."
A decir del gran historiador Donald M. Nicol, el que Juan V Paleólogo ocupara el trono no era una mejora en todo sentido. El emperador, según el juicio de Nicol y de muchos cronistas de la época (en especial Calcocóndilas, quien lo tacha de "vago inactivo que se sentaba alrededor de mujeres para escucharlas tocar el arpa en lugar de atender los deberes de la monarquía") no era un auténtico líder, que pudiera levantar a la población de los Balcanes contra la imparable invasión turca.
Un año después de la caída de Cantacuzeno, el poderoso Czar de los Serbios y Romanos Esteban Dusan había fallecido, dejando a su hijo Esteban V Uros en el poder (1355), y éste último, al igual que Juan V, carecía de los dotes de su inteligente padre. En Bulgaria, a la muerte de Iván Alejandro, el último gran Zar, en el 1371, sus hijos Iván Shishman e Iván Stratsimir partieron en dos el Imperio Búlgaro, en Tarnovo y Vidin respectivamente. Cuando Cantacuzeno les propuso una triple alianza contra los turcos, tanto Dusan como Iván Alejandro se habían negado,...¿Cómo podían confiar en aquel que trajo tamaña desgracia a los Balcanes?
Como narran George T. Dennis en su libro The Reign of Manuel II Palaeologus in Thessalonica, 1382-1387, y Polymnia Katsone en su obra Seven critical years: Byzantium in 1366-1373, the strife between Andronikos Palaiologos and John V Palaiologos (en griego), la política de Juan V Paleólogo fue básicamente guiada por una sola ambición u objetivo: Buscar la ayuda de Occidente.
Entre 1365-1366, el desesperado Juan V fue hacia la corte de Buda, en Hungría, donde el rey Luis de Anjou le señaló que a menos que no adoptara la correcta forma de Cristiandad, no le ayudaría. Durante el reinado de Luis de Anjou, Hungría alcanzó el grado de potencia militar y comercial en toda Europa, sin embargo, el ambicioso angevino parecía más interesado en someter a sus vecinos cristianos que combatir a las hordas de infieles...Ya en 1367, la expedición de Amadeo, el "Conde Verde" de Saboya, primo del emperador, reconquistó Galípoli a los bizantinos, e incluso llegó a intimidar a los belicosos búlgaros de Iván Alejandro...Es en el 1369, que Juan V decide marchar a Roma, a someterse de una vez por todas al Romano Pontífice.
Es entonces cuando, durante sus viajes por Italia entre 1369-1371, Juan V Paleólogo es detenido por deudor a su regreso. Le tocaba pagar al arruinado soberano la deuda que su madre había contraído con los venecianos pensando en una victoria segura, que a la larga fue la ruina de su causa...
Donald M. Nicol, en su reconocida obra Byzantium and Venice, nos cuenta en el capítulo "Jewels for an island" (tr. Joyas por una isla) que las relaciones de Bizancio con Venecia habían sido cordiales, y los funcionarios venecianos en los Balcanes veían con cierta preocupación el lamentable estado de Bizancio. Para el 1368, la deuda era:
25, 663 hyperpyras (moneda de oro bizantina) por daños.
37, 500 ducados por el préstamo a Ana de Saboya (podemos ver el considerable incremento debido al tiempo sin pago e intereses).
5,000 ducados más por seguridad.
Es triste reconocer que ni expoliando las arcas imperiales y la mismísima Constantinopla de todos los impuestos y exiguos tesoros que aún pudiera albergar, podría pagarse las grandes sumas ya mencionadas. Bizancio estaba en la ruina, los turcos pillaban los campos, no había dinero para pagar a los soldados, y lo peor de todo: Ante los ojos del pueblo, el emperador había traicionado a la verdadera Fe Ortodoxa, sometiéndose al Papa en Roma...para colmo de males, los venecianos empezaban a negociar factorías comerciales en Asia con el Sultán Murad...
En agosto de 1369, tras su llegada a Nápoles, Juan V escribió al Dogo Andrea Contarini para señalarle que deseaba continuar con la tradicional amistad entre Bizancio y Venecia...En Roma, embajadores de Venecia alcanzaron al emperador, y tras largas discusiones, el soberano firmó un tratado con la República en febrero del 1370. Parece que en aquel tiempo, el emperador pagó 4,500 hyperpyras a los venecianos de la primera deuda, cosa que no reducía la deuda en gran parte, pero al menos era un avance...
En marzo del mismo año, el emperador abandonó Roma, y tras una corta estadía en Nápoles se embarcó a su patria rumbo a la ciudad de Ancona. La llegada del emperador a Venecia, que en otras épocas, dado su rango habría sido un verdadero espectáculo de lujo y pompa, fue menos que eso. Si bien se le trató con cortesía y de acuerdo a su rango, el Dogo Contarini no pensaba recibir alegremente a un portador de amplias deudas para con la República...viendo esto, Juan V ofreció a sus anfitriones la isla de Tenedos en pago por las deudas.
La oferta agradó a los venecianos, y las condiciones del tratado por la posesión veneciana de Tenedos fueron:
- Se le devolvería al emperador las "Joyas del Imperio."
- Se le otorgarían 6 buques vacíos para que el soberano los armara a su gusto.
- Se le darían 25,000 ducados por Tenedos, y en avance de dicha suma se le adelantarían 4,000.
Para el 21 de Julio, el Senado de Venecia aceptó las condiciones con gran satisfacción, y se le dió los 4,000 ducados al empobrecido Basileus. Sin embargo, Juan V había olvidado un factor importante: Las Ambiciones de Génova.
Cuando el emperador envió a su hijo Andrónico, a quien había dejado en Constantinopla como regente, la orden que entregara a los venecianos Tenedos. No contaba Juan V que su hijo era amigo de los genoveses, eternos rivales de Venecia, quienes incitaron al joven heredero a no entregar la isla a sus rivales. Así, su padre y soberano se quedó prácticamente prisionero en Venecia, sin crédito alguno y prenda o posesión que entregar.
Prácticamente rogando, el desdichado emperador pidió a Andrónico que al menos enviara un rescate para poder salir de Venecia, vendiendo las pocas joyas que quedaban en las Iglesias de Constantinopla. El "muy pío" y desobediente heredero suyo, vástago mayor, desobedeció una vez más, y se olvidó de la existencia de su padre lejos de Bizancio...Como señala la renombrada historiadora griega Polymnia Katsone en su obra Andronikos IV Palaiologos: Reign, usurpation, and strife among the members of the Imperial Family (en griego), muchos de los nobles que apoyaban las decisiones del joven Andrónico tenían intereses con Génova, incluído el mismo Andrónico.
Sin embargo, aún contaba Juan V con un hijo leal, un vástago suyo que le amaba verdaderamente y estaba dispuesto a ir al fin del mundo con tal de rescatarlo. Su nombre era Manuel Paleólogo, futuro Manuel II y padre de Constantino XI. A toda prisa desde Tesalónica, el joven Manuel acudió a Tesalónica, donde los desconfiados y hasta cierto punto, "defraudados" venecianos lo recibieron. Así buscó el joven Manuel renovar las garantías ofrecidas por Juan V, y poder liberar al Basileus de su deshonra y humillación en Venecia.
Para cuando regreso en Octubre del 1371 a casa, Juan V contempló con tristeza que los Balcanes estaban arruinados. Ese año, en la batalla del Cernomen (mes de septiembre), el rey Vukasin de Serbia y su hermano, el déspota Ugljesa, fueron aniquilados junto a todo el gran ejército real serbio por los turcos. A inicios de ese año, Iván Alejandro, último gran Zar de los Búlgaros había muerto, y sus hijos se habían repartido el país.
Finalmente, el emperador de Bizancio, que en Roma besó los augustos pies del Papa Urbano V a cambio de ayuda, regresó a su tierra con las manos vacías. Una vez más, las Joyas de la Corona se quedaron en el altar de San Marcos en Venecia, como garantía del cumplimiento de las promesas de Juan V Paleólogo para con la Serenísima República...y allí se quedarían las "Insignias del Imperio," incluso después del año 1453, cuando el Imperio al que pertenecían desapareció del mapa mundial...